martes, 11 de noviembre de 2014

La infidelidad: ¿por qué? ¿cómo manejarla?



Entendemos la infidelidad como la decisión de salir del vínculo exclusivo con nuestra pareja oficial para relacionarnos romántica y/o sexualmente con otras personas. Suena muy sencillo intentar definir ese concepto, pero sabemos o intuimos que en la práctica, atravesar una infidelidad puede ser una de las peores experiencias que afronta el ser humano. En muchas culturas la fidelidad es prácticamente la base de la sociedad porque la familia lo es dentro de ella; se espera que todo vínculo de pareja sea indisoluble y monógamo.

Mucho se dice acerca de las infidelidades, siendo una constante acusar o reprobar la conducta del infiel, rechazándolo y excluyéndolo. Sin embargo, el propósito de esta entrada en el blog es intentar entender las causas de la infidelidad y sugerir algunas formas de manejarla cuando nos hiere y rompe con las expectativas de nuestra relación de pareja.

Primero, comprendamos que una infidelidad constituye una falta grave dentro de una pareja que ha dado por sentado que la monogamia será medular dentro de su vínculo. Hago la salvedad porque, tal como sabemos, en algunas culturas las relaciones abiertas (relaciones en las que una pareja puede permitirse tener varios compañeros sexuales respetando a su compañero principal) son normales y frecuentes. Siendo entonces la infidelidad reprobable en una pareja que se instituyó como monógama, es comprensible la frustración y el dolor que puede causar descubrir una infidelidad.

Comprendamos que una infidelidad encierra dentro de sí el hecho de que no existió total sinceridad en un principio, o pudo haber existido al intentar dialogar con la pareja acerca de las carencias dentro de la relación (situación por demás ideal, casi utópica, que rara vez se da), pero que luego de este intento, se detuvo la voluntad de dialogar e intentar rescatar la relación de pareja. En algún punto, se pasó por alto la honestidad que se espera dentro de dos adultos, y alguno de los dos se inclinó por una situación que le permitiera seguir dentro de su zona cómoda. Mas es también importante señalar que una infidelidad no siempre arroja luz únicamente sobre el infiel, sino que arroja una luz sobre toda una problemática a lo mejor oculta que invadió a la pareja como un cáncer, en el mejor de los casos, curable.

Las relaciones de pareja se alimentan de tres tipos de amor: el primero, el amor romántico, que experimentamos durante la fase del cortejo y los albores de la relación de pareja, donde todo nos parece maravilloso y se manifiestan las cualidades ante la pareja, ocultando nuestros defectos. La segunda clase de amor que alimenta una relación de pareja es el amor pasional, ligado directamente a la consumación de la relación por medio del acto sexual, en el que el conocimiento del otro se profundiza y se miden los niveles de satisfacción psíquica, fisiológica y emocional que encontramos en la pareja; y el tercer amor que nutre ese vínculo es el amor filial, el amor que va más allá del romance y de la pasión para convertirse en un vínculo duradero (a veces para toda la vida), que ha soportado el vendaval del tiempo y los cambios en ambos miembros de la pareja. Es, por lo regular, el tipo de amor que encontramos en parejas que llevan muchos años de convivir.

No podemos considerar involucrarnos en una relación de pareja si en principio no estamos al tanto que el amor indiscutiblemente cambiará. Un factor muy importante es el tiempo, recordemos: no somos las mismas personas que ayer, y sostener y nutrir una relación de pareja requiere que ambos miembros lleven el ritmo de la relación. Por ejemplo, si estamos en una relación que nació porque encontrábamos compatibilidad intelectual, debemos saber que esa misma compatibilidad intelectual es necesaria para que nuestra relación de pareja siga de pie. Si decidimos en algún punto estancarnos, puede ser que nuestra pareja deje de sentirse interesada en este aspecto y como todo ser humano, busque esa gratificación en una relación fuera de la relación de pareja que tiene con nosotros.

Es común encontrar opiniones acerca de la infidelidad donde se acusa a la persona que ha sido infiel, se le condena, se le insulta, pero ¿no es acaso prudente analizar el motivo de esa infidelidad? Claro que es prudente y necesario, pues ya sea que logremos rescatar nuestra relación de pareja que ha sido dañada, o que nos sirva con otra pareja que tengamos en el futuro, nos guste o no nos guste debemos aprender de nuestros errores. Y cuando hablo de aprender de nuestros errores no quiero decir que aprendamos de ellos para ofrecer el cielo y la tierra a la persona que nos ha engañado con tal de conseguir que vuelva con nosotros. La infidelidad se ha dado, eso de por sí es difícil de perdonar si ha existido una falta a la confianza que hemos entregado, pero también podemos aprender acerca de todo aquello que hemos hecho mal para evitar repetirlo en una relación de pareja posterior.

Las personas infieles pueden serlo desde la disposición genética (que nos remite directamente al inicio de la humanidad, donde un macho buscaba una hembra o varias para garantizar la perpetuación de la especie), por carencias dentro de la relación, por tedio, o simplemente por curiosidad. Saber lidiar con una infidelidad es, entonces, una tarea titánica que requiere de una madurez sólida tanto para el caso en que decidamos perdonar, o para seguir adelante y dejar atrás a la persona que nos ha fallado.

Es conveniente analizar qué factores pudieron afectar a nuestra pareja ¿teníamos buen sexo? ¿sabíamos conversar y mantener el interés? ¿seguíamos compartiendo prioridades, gustos, diversiones? ¿he seguido cuidando de mí mismo mental y físicamente como lo hice cuando se enamoró de mí? Puede ser que hayamos hecho todo lo anterior al pie de la letra, y que simplemente la infidelidad haya ocurrido, exonerándonos de toda responsabilidad. Y eso es algo bueno porque nos permite seguir adelante más fácil, sabiendo que no fallamos. O también puede ser que hayamos fallado en todo lo anterior, lo cual supondría un poquitín de culpa (sí, en algunos casos la culpa puede ser buena porque nos hace cambiar para mejorar). Pero, ¿nos interesa seguir con una persona que no supo comprender nuestros errores y hacernos mejorar como seres humanos con amor y complicidad, y decidió irse a otros brazos porque no pudo apostar su tiempo ni invertirlo en nosotros?

No es mi propósito manifestar una postura a favor o en contra de seguir una relación en la que existe infidelidad, pues cada uno de nosotros sabe la verdad de su relación de pareja, o la intuye. Es sumamente fácil opinar desde la pantalla de un ordenador, desconociendo todo aquello que está en juego por una infidelidad: la familia, los hijos, la estabilidad económica, la seguridad emocional, etc. Aclaro que sí considero que los factores externos a la pareja misma no son suficientes para mantener una relación de pareja, exista infidelidad o no, porque si una pareja no se siente satisfecha y plena, ningún agente externo garantizará que ese vínculo sobreviva, ni siquiera los hijos.

Si en retrospectiva consideramos que hemos tenido una buena relación de pareja y quien ha sido infiel nos pide sinceramente perdón, sabremos detectar o suponer la veracidad de sus palabras tomando en cuenta la historia en común, la entrega que ha tenido para con nosotros, su responsabilidad, en general, evaluaremos qué tan sólida ha sido nuestra relación con el paso del tiempo y habremos de repetirnos que en el proceso de crecer y de crecer como pareja, suceden muchas cosas, y la infidelidad es solo una de ellas. Se tratará entonces de perdonar verdaderamente y dejar atrás el asunto de esa infidelidad, evitando sacar a colación cada vez que podamos ese error, y evitando indagar o averiguar detalles de la infidelidad. La culpa de la infidelidad, en todo caso, es de quien ha sido infiel y a lo mejor de nosotros, no de la tercera persona en cuestión. Es un segundo en el que podemos decidir ser infieles o no serlo, y si decidimos cruzar esa línea, la tercera persona en cuestión no tiene nada que ver porque somos seres que poseen libre albedrío. Nadie nos encañona para hacer algo que no queremos.

O bien, si decidimos que no queremos continuar con esa relación porque consideramos que el vínculo se ha roto y tampoco compensa la historia que hemos compartido con nuestra pareja, pues adelante, la infidelidad como tal es solamente una de las fases en cuanto a la experimentación del entorno, algunos la viven, otros no. Recordemos entonces que la infidelidad es solo otra de las maneras que encuentra una pareja para decirse adiós. Todo en esta vida tiene un final, algunas veces, antes de lo que hubiésemos deseado, pero todo acaba al fin. Si no acaba por nuestra voluntad, acaba con la muerte, entonces ¿a qué sufrir y martirizarnos por un error que nos dolerá para siempre?

Cualquiera que sea nuestra decisión, debemos tomarnos un buen tiempo para pensar. Dos o tres meses sin tener contacto con la persona que nos engañó. Ese tiempo nos servirá para calmar nuestra mente y dejar que nuestras ideas se ordenen, evitará una precipitación inconveniente y nos hará dimensionar el vínculo que ha existido. Si la persona que nos engañó decide de inmediato que ya no quiere estar con nosotros, pues no hay más qué hacer. Ahora, si nos pide perdón y desea continuar, pues de igual manera ese tiempo es prudencial para poder empezar a sanar, y para que decidamos si somos nosotros quienes deseamos continuar o no.

Ya sea que decidamos perdonar o dejar ir a nuestra pareja, desde el primer instante cada uno comienza una nueva vida. Si lo hacemos en solitario, pues a aprender de lo ocurrido y a corregir cuanto esté en nosotros corregir por nosotros mismos y para ser personas más saludables si tenemos otra relación; o bien para seguir en pareja sin el estigma de la falta que no aportará nada positivo a la vida en común. Espero que, en el mejor de los casos, perdonar fortalezca esa pareja y que la infidelidad haya sido solo una prueba superada.

Recuerden: nadie muere de amor ni de desamor. Y nadie muere por haber sido traicionado. Todo es cuestión de saberlo manejar, con la cabeza absolutamente fría, no dejarnos llevar por el torbellino de emociones ni actuar de forma insensata. Ya el tiempo y la distancia harán su trabajo, para bien. 

Por supuesto que para bien.


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